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Sociedad, economía, ética

Por: Gustavo Moreno Montalvo

La especie humana es dominante en la tierra. Ha alterado en los últimos 10.000 años el equilibrio entre la vegetales mediante el impulso a ciertas clases, en especial las gramíneas, con impacto significativo en los animales. No habría equilibrio estático en ningún caso, porque las fluctuaciones en la superficie solar y en el interior del planeta son suficientes para alterar de manera reiterada las condiciones climáticas, con cambios drásticos ocasionales, pero los tiempos recientes ameritan consideración seria: en doscientos años hemos multiplicado nuestro número por diez, aumentado el peso promedio por individuo en forma apreciable, doblado la expectativa de vida y utilizado en forma desmedida combustibles fósiles, con impacto nocivo en la atmósfera y los mares.

La vida, entendida como ciclo en el cual individuos nacen, crecen, se reproducen y mueren, conlleva la interacción, a veces en forma de conflicto y a veces de cooperación, entre quienes conforman cada especie y entre diferentes especies. Las alianzas comprenden diversos órdenes de magnitud: a modo de ilustración cabe considerar cómo las bacterias que almacenan los sistemas digestivos de los mamíferos viven de ellos pero los protegen frente al riesgo de invasión por otras bacterias de impacto nocivo.

Especial consideración merece el vínculo entre los miembros de la especie humana: la posibilidad de comunicarse para construir futuro con apoyo en el lenguaje permite el ordenamiento social. En el paleolítico el ámbito de interlocución era muy limitado, pero desde la revolución agrícola y urbana del neolítico las formas de organización se han vuelto complejas.

En la actualidad se conjugan comercio intercontinental para grandes cantidades de masa a costo unitario mucho menor que en épocas anteriores, la participación activa de toda la humanidad en mercados diversificados con apoyo de herramientas de comunicación antes impensables, y el reto de sobrevivir y prosperar pese a las amenazas de diversa índole que podrían desembocar en consecuencias catastróficas. La ilusión de atención a las expectativas de la humanidad con las instituciones públicas como vehículo dominante de las decisiones económicas hizo crisis en el siglo veinte. Hoy son evidentes las limitaciones de la iniciativa individual para construir bienestar universal sin marco normativo restrictivo. Sin embargo, la humanidad no se convence de la necesidad de reglas de convivencia serias, con fundamento en el respeto. Es indeseable el pleno consenso sobre modelo de vida, y necesario el disenso para propiciar crisis en ordenamientos transitorios.

Las comunidades se deben ajustar a necesidades cambiantes y tecnologías dinámicas. Hoy se enfrentan retos complejos, que exigen instituciones públicas adecuadas en cada ámbito: en el vecindario, donde se convive en proximidad, en la ciudad región, donde se materializan las ventajas comparativas relativas que permiten formular y ejecutar estrategias inteligentes, en el país, con normas penales reflejo de valores compartidos, capacidades fiscales y administrativas efectivas y posibilidades de integración, y en el mundo entero, con oportunidades y amenazas de trascendencia. Los ordenamientos fruto de las fases anteriores de la revolución industrial hacen agua. Las circunstancias actuales exigen cultivar ética de lo público como condición necesaria para que la especie pueda sobrevivir.

Fuente: La República