Sector privado y COP26

Grandes empresas son cruciales para avanzar en la ruta climática en Colombia y el resto del mundo, pero los gobiernos delinean el marco y las reglas.

Por: Francisco Miranda Hamburger

Esta semana la cumbre climática de Glasgow pasará de las posturas políticas de los mandatarios y líderes mundiales al mucho más difícil trámite de las negociaciones diplomáticas para llegar a nuevos acuerdos y compromisos globales. No obstante, los primeros días de la COP26 mostraron un papel más activo de las grandes empresas, en especial las del sector financiero, tanto en un reconocimiento de su contribución como en la presión a sus respectivos gobiernos.

Un punto alto de esta tendencia se presentó ante el anuncio de la “Alianza Financiera Global para Emisiones Netas”, liderada por Mark Carney y que cobija 450 entidades financieras de 45 países, sobre la destinación de unos 130 billones de dólares para financiar la transición hacia la carbono-neutralidad. A pesar de críticas sobre si toda esa enorme cantidad sería en efecto invertida y la ausencia de mandatos para abandonar los proyectos contaminates, este tipo de anuncios ratifica que el sector privado global está cada vez más dispuesto a poner recursos para avanzar en la descarbonización.

Más allá de los resultados finales de la COP26, la cumbre en Escocia ratificó que las empresas privadas- y los inversionistas que las financian- constituyen un aliado necesario e inevitable para costear la transición de las economías mundiales hacia las emisiones neutras. La incredulidad, desde los activistas climáticos y ambientalistas, sobre la seriedad de estos compromisos empresariales cuenta con mucho sentido. No solo existen pocas maneras integrales de medir los impactos reales de estos esfuerzos corporativos alrededor del mundo sino también hay alertas sobre el uso de “metas verdes”, más para relaciones públicas e imagen que de avance tangible.

A pesar de lo anterior, los Estados -y los gobiernos que definen las políticas climáticas- no podrán cumplir con esos compromisos ambientales sin la contribución directa del sector privado. Sin la transformación drástica y sostenida de industrias enteras como la generación de electricidad, el transporte, la construcción, la manufactura y la agricultura, ganadería y uso del suelo, las aspiraciones de reducción de emisiones no se alcanzarán. Tampoco si no están alineados los incentivos, regulatorios y de otros tipos, para que la financiación de la descarbonización llegue y se sostenga.

En el caso colombiano el Ministerio de Ambiente reporta 103 empresas -la mayoría de la construcción, el acero, la minería y los hidrocarburos- que han firmado acuerdos voluntarios de carbono y busca la meta de 500 a finales de año. Por otro lado, en 2020 el saldo de la cartera verde fue cercano a los 11 billones de pesos mientras el mercado de las finanzas sostenibles -jalonado por el sector financiero y banca multilateral y orientado a logros sociales, ambientales y de gobernanza- apenas despega.

Sin embargo, el sector privado tanto en Colombia como en el resto del mundo no podrá llenar el vacío del Estado en estas materias climáticas. Las empresas requieren no solo de hojas de ruta para la carbono-neutralidad con metas voluntarias sino también de los marcos regulatorios, las reglas del juego para la creación de mercados y los incentivos adecuados para hacer de la transición hacia emisiones cero una realidad.

Serán estas señales enviadas por el Gobierno -que podrían incluir normas o restricciones que no sean bienvenidas por todos los sectores- las que sostendrán desde las actividades productivas y desde el sector financiero un camino climático para las próximas décadas, no fácil pero sí más claro.

Fuente: Portafolio