Lo rural no debe ser atraso, sino otra vía de progreso

Los responsables en América Latina de las tres agencias de la ONU orientadas a la alimentación y la agricultura defienden la necesidad de contar con el campo para cumplir con la Agenda 2030.

 Foto: Mike Bloem / WPF-PMA

Durante décadas, "desarrollo" se ha entendido como antónimo de "rural". Y eso ha contribuido, al menos en América Latina —y el Caribe— a un cierto olvido, a una falta de integración del campo. O eso opinan, en conversación con EL PAÍS, los responsables en la región de las tres agencias de Naciones Unidas dedicadas a la alimentación y la agricultura. Cuando los países de la zona se reúnen en un foro en Santiago de Chile para ver cómo van sus deberes en cuanto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (la agenda para un mundo mejor a cumplir en 2030) Julio Berdegué (FAO), Miguel Barreto (PMA) y Joaquín Lozano (FIDA) insisten en que mientras se margine al campo, no se alcanzarán esas metas. Pero primero hay que redefinir qué es el campo y entender —todos: Gobiernos, empresas y ciudadanos— que puede haber una ruralidad "moderna", sostenible y al tiempo respetuosa con las tradiciones y culturas.

La brecha entre las grandes ciudades y las zonas rurales es grande en prácticamente todos los países. En las primeras se ha avanzado en lucha contra la pobreza y el hambre, salud... y las segundas se quedan rezagadas. "Hay muchas políticas con un sesgo urbano muy fuerte, que no entienden que las características de la pobreza urbana y la rural son muy diferentes", apunta Berdegué, de FAO. "En el campo hay una mayoría de trabajadores informales, empresas muy pequeñas... Es un mercado laboral entre comillas muy distinto del de urbes como Santiago [Chile] o Guadalajara [México]".

LAS "AGENCIAS CON SEDE EN ROMA"

En la jerga de Naciones Unidas se les conoce como las "Rome-based agencies", o agencias con sede en Roma. La FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura, el Programa Mundial de Alimentos y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola se ocupan principalmente de los hambrientos y los agricultores del mundo. Quienes, paradójicamente, en la mayoría de los casos son los mismos.

Las tres organizaciones trabajan en evitar duplicidades —"a veces, incluso triplicidades", en palabras de Berdegué, de FAO— y mejorar su efectividad. Eventos como este buscan visibilizar los problemas rurales y de los pequeños agricultores, ocultos muchas veces entre las cifras macroeconómicas o los análisis a nivel nacional. Ahora trabajarán estrechamente en tres países (Colombia, Haití y Guatemala) para mejorar el trabajo conjunto.

"Y aún dentro de ese ámbito, hay dos mundos rurales muy distintos", agrega Joaquín Lozano, del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola. "Por un lado hay una industria competitiva enfocada a la exportación, con acceso a tierras de calidad, y luego hay campesinos con tierras peores, a los que les falta acceso a los servicios básicos", señala. Las diferencias dentro de los países son enormes. "Si hacemos un zooming sobre Brasil, un país con éxito en lo económico y en la lucha contra la pobreza, veremos que hay municipios que se comparan con las aldeas más pobres de África", argumenta Lozano. Y muchas comunidades ni siquiera tienen acceso a los mercados para vender los productos de los que viven, añade Miguel Barreto, del Programa Mundial de Alimentos, que insiste en ello como la clave para evitar que se queden atrás.

"No se trata tanto de repensar los sistemas productivos como de adecuarlos a la modernidad", sostiene Barreto. Lozano coincide, y pide adaptar el campo a la "ambición" de los jóvenes rurales de hoy. "Hay muchas actividades de valor agregado, marketing, servicios... que se pueden llevar a cabo en el campo. Pero para eso hay que llevar internet, cultura, vías de comunicación...", apunta el responsable del FIDA, que se centra en dar créditos a proyectos de cooperativas. Porque el riesgo de que esos jóvenes vayan a las ciudades sin preparación adecuada es, según Lozano, que pasen de ser pobres a ser "aún más pobres".

Pero en toda esta dualidad rural - urbana, Berdegué insiste en hacer una reflexión. "Hay un concepto equivocado: en México una pequeña aldea de 2.501 habitantes se considera urbana, aunque la mitad de su población viva de la agricultura. Lo mismo en Chile", critica. Es definición hace que el ámbito rural (y sus problemas) queden minimizados por las estadísticas. "Y eso condiciona los recursos que vamos a destinar. Si creemos que el problema es pequeño, destinaremos menos esfuerzos", coincide Lozano.

Aunque todos están de acuerdo en que hay otro problema de definición —el que encuadra a la mayoría de los Estados de la zona como economías de renta media— que afecta a los fondos que reciben para desarrollo, Berdegué no cree que el problema principal sea la falta de recursos. "Si medimos la voluntad política en función del presupuesto, creo que hay bastante voluntad política", mantiene. "En muchos países el problema no es tanto de fondos como de la calidad de las políticas públicas. En muchos casos se hacen políticas asistenciales hacia la agricultura familiar, en lugar de en apoyarles para que ellos puedan superar la pobreza". El representante de la FAO denuncia también los "importantes" problemas de "corrupción y clientelismo" en el gasto público rural.

Una mujer junto a sus cultivos en Ecuador. ALEJANDRA LEÓN ©PMA/WFP

Como ejemplo de esa falta de eficiencia en el uso de recursos, Barreto aprovecha para resaltar el cambio climático como un fenómeno que no se puede obviar. "En un estudio en Perú vimos que el Estado llegaba con transferencias de dinero a ocho millones de personas en áreas rurales, sin ningún componente contra el cambio climático, y esas poblaciones, por más que recibían millones cada año, no conseguían cambiar su situación".

El PMA, centrado tradicionalmente en llevar asistencia alimentaria, quiere seguir haciéndolo mediante los programas de alimentación escolar, pero con otro enfoque: "Si lo que se da a 96 millones de niños en la región se comprara a pequeños productores, habría un mercado cautivo grandísimo para estos: Brasil ya lo hizo de forma muy eficiente", señala Barreto. Pero también ir más allá y buscar, insiste su responsable, "integrar a las poblaciones rurales en los mercados" a través de redes de protección social contra la pobreza.

Porque la pobreza (y el hambre, y la malnutrición, y los problemas de salud...) afectan mucho más a quienes viven en el campo. Y más todavía a las poblaciones indígenas. "Sigue habiendo una idea en ciertos sectores de que si el territorio es de una comunidad indígena se puede más o menos disponer de él como si no lo habitara nadie", lamenta Berdegué. "Por suerte hoy día estos pueblos y los actores ambientales han aprendido a usar las herramientas de una democracia: recursos legales, acción política prensa... Pero la brecha era tan grande que a pesar de los avances las desigualdades son enormes", asume.

En definitiva, eventos como el que estas tres agencias y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura celebran hoy en el foro organizado por la CEPAL (la comisión económica de la ONU que reúne a los países de la región), tienen que ayudar a superar una visión del desarrollo dirigida a erradicar la ruralidad. "La población tiene que entender que si no trabajamos en ello, si lo vemos solo como una carga, tendremos problemas a largo plazo, incluso de seguridad pública", advierte Barreto.

"Guste o no, la mitad de las exportaciones en esta región son agroalimentarias", apunta Berdegué para destacar el peso de la agricultura en la economía regional. "Debemos fomentar una ruralidad dinámica, innovadora, pero llevamos 70 años con estrategias de desarrollo que buscaban superar lo rural, y eso no se cambia de un día para otro", reflexiona el subdirector general de la FAO. "Esto implica vencer muchas resistencias, porque hay quienes se benefician políticamente de que las cosas sigan siendo como son. Y tenemos que vencerlas por medios democráticos, que son más lentos, pero son los únicos posibles", defiende.

Artículo de Carlos Laorden vía El País