La destrucción creativa, pilar del crecimiento

El Nobel 2025 debe ser más tenido en cuenta por las empresas y los gobiernos, trae a valor presente las tesis de Joseph Schumpeter de 1942 que avalan la destrucción creativa

EDITORIAL EMPRESASINNOVADORAS web 3b8d2

En el libro “Capitalismo, socialismo y democracia”, (Página Indómita, 2015), escrito por Joseph Schumpeter en 1942, uno de los más influyentes entre los economistas modernos, el autor habla por primera vez de la destrucción creativa como un mecanismo para poder dar saltos cuantitativos en el crecimiento de la economía, es muy simple: la innovación, la introducción de nuevas técnicas o tecnologías, son los motores del capitalismo, al destruir usos o prácticas tradicionales de las empresas y las formas de producción establecidas, generando nuevos ciclos de crecimiento.

Es la teoría de las revoluciones industriales que, con el paso de las décadas, se hacen más cortas por la velocidad de los desarrollos tecnológicos ante la sucesión de innovaciones, una encima de otra, como una sucesiva e infinita anidación de “matrioskas”.

Ese ha sido el tema del Nobel de Economía de 2025, una exaltación de la destrucción creativa, que es el proceso en que la innovación desmantela estructuras económicas tradicionales, abriendo paso a otras nuevas. Los economistas ganadores, Philippe Aghion, Peter Howitt y Joel Mokyr, recibieron el reconocimiento por construir un modelo matemático que explica cómo algunas empresas invierten en mejores procesos de producción y nuevos productos de mejor calidad, mientras otras se ven superadas por la competencia.

El crecimiento surge de la destrucción creativa. Este proceso es creativo porque se basa en la innovación, pero también es destructivo porque los productos antiguos se vuelven obsoletos y pierden su valor comercial”.

El caso más utilizado por estos días, para explicar el Nobel, es el desarrollo de internet, la red de redes que generó industrias nuevas e inéditas, que mutaron en redes sociales y el comercio electrónico, con crecimiento sucesivos, regeneraciones, búsquedas frecuentes, algoritmos personalizados que precipitaron la inteligencia artificial y que generará nuevas industrias y empleos que hoy no existen.

Hasta hace dos o tres décadas cuando a un niño se le preguntaba qué iba a ser cuando adulto, respondía oficios tradicionales, profesor, bombero, policía, médico o veterinario, pero hoy al terminar la primera cuarta parte del siglo XXI, los más jóvenes quieren ser influencers, una sumatoria de nuevos oficios particulares de las distintas aplicaciones de las redes sociales: youtuber, instagramer, tiktoker, entre otros. En cinco años, la destrucción creativa que vaticinó Schumpeter en 1942, habrá mutado y quizá esos oficios que hoy anhelan los más jóvenes no serán los mismos.

En el plano corporativo, se trae a colación el libro, otrora célebre entre los administradores, “Empresas que perduran”, (Paidós, 1996), en el que se analiza a una veintena de corporaciones que se mantienen en el tiempo y sus competidores más nuevos, para concluir que solo las que se transforman -incluso cambian de rumbo- son las que les mantienen a sus socios y accionistas el capital invertido y sus beneficios.

Esas ideas pueden incubar en los aspirantes a nuevos gobernantes del país para hacer destrucción creativa en el Estado, pues es casi un mandato volver a hacer ministerios, entidades, agencias, direcciones y muchas dependencias que han perdido su objeto social. Hay que traer al siglo XXI muchas entidades que se quedaron en el siglo XX, con usos y costumbres que les han empañado su gestión.

Fuente: LA REPÚBLICA