Contaminación lumínica: factor que impacta en los ciclos naturales de especies

Se puede contrarrestar con el uso de bombillas de bajo consumo y luz cálida, evitar el uso de reflectores y de luces innecesarias

Por: Valentina Rodríguez Chacón

La contaminación lumínica va en crecimiento y es una manera de degradar el medio ambiente, impactando en la flora, la fauna e incluso en las dinámicas de vida humanas. De acuerdo con Santiago Vargas Domínguez, doctor en astrofísica y profesor del Observatorio Astronómico Nacional, es “el exceso o mala orientación de la luz artificial durante la noche. Ocurre cuando las luminarias, en lugar de iluminar el suelo, proyectan parte de su luz hacia el cielo o hacia direcciones innecesarias”.

Implica el uso de luz en momentos o cantidades innecesarias, que podría afectar a otras especies, causándoles estrés oxidativo, especialmente a animales. Según Vargas, se puede ver en la cotidianidad, en calles, parques o cualquier espacio al aire libre con luces dirigidas a los ojos, o en vallas publicitarias y zonas comerciales. Sostiene que “este tipo de iluminación desperdiciada no solo oculta la observación de los astros, sino que también representa un consumo energético innecesario".

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En Colombia, así como en muchos países, la contaminación lumínica ha aumentado con velocidad en las últimas décadas, particularmente en las grandes ciudades como Bogotá, Medellín y Cali. Vargas afirma que “aún no contamos con una normativa nacional específica, aunque hay esfuerzos locales y académicos para medir y concientizar sobre el problema, y promover la protección de los cielos oscuros y sitios con potencial para el astroturismo. Aún estamos a tiempo de proteger nuestros cielos si actuamos con educación y regulación”.

Hace un par de años, se publicó ‘Iluminando la amenaza: análisis de una década de contaminación lumínica en los principales centros urbanos de Colombia mediante imágenes satelitales’, un artículo que establece que los niveles aumentaron en las áreas urbanas de varias ciudades colombianas, incluyendo a Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena. Se concluyó entonces que la instalación de nuevas luminarias, el uso de tecnología LED y el crecimiento poblacional también influyen en el exceso de iluminación.

Se manifiesta, para el Ministerio del Medio Ambiente de Chile, de tres maneras diferentes. La primera es la dispersión hacia el cielo, que causa una reducción en la oscuridad de los cielos, y que podría emitir espectros que afecten a otras especies. En segundo lugar, se encuentra la intrusión lumínica, que se refiere a la luz artificial que llega a interiores y puede alterar los ciclos de sueño o descanso. Por último, se genera deslumbramiento, una de las principales causas de los accidentes de tránsito y disminución de la visión.

Las luces excesivas pueden afectar los ciclos naturales y ritmos biológicos de muchas especies de aves, insectos, tortugas y mamíferos nocturnos, rompiendo los equilibrios ecológicos que dependen de los contrastes naturales entre el día y la noche. “Algunas aves migratorias se desorientan al confundir la luz de las ciudades con señales naturales; las tortugas recién nacidas, en vez de dirigirse hacia el reflejo del mar, caminan hacia el resplandor urbano y los insectos pueden ser afectados en grandes cantidades alrededor de luminarias intensas” sostiene Vargas.

Además del ciclo de sueño, se pueden presentar alteraciones en el ritmo cardiaco y la producción de melatonina. Así, se empieza a producir insomnio, estrés y algunos trastornos metabólicos adicionales. A nivel experiencial, también se dificulta el disfrute de la vida nocturna, incluyendo la contemplación de la naturaleza y observación del cielo, “patrimonio natural de la humanidad que ha inspirado ciencia, arte y espiritualidad desde tiempos antiguos”.

El físico Andrés Guerrero Guio comentó que “la actividad humana, de por sí, contribuye a la contaminación lumínica; por ejemplo, cuando hay ciudades con mayor tráfico nocturno, deberíamos experimentar niveles más altos de radiancia”. De acuerdo con un artículo publicado por Guerrero, con el tiempo se ha ido aumentando la contaminación en zonas particulares de Bogotá, como en los cerros orientales, a la vez que en algunas zonas de las ciudades los valores de radiancia disminuyen.

Pero ¿qué se puede hacer desde los hogares para contribuir a la reducción de estos niveles? Los cambios inician desde el uso de bombillas de bajo consumo y luz cálida, además de apagar las luces cuando no sean necesarias y orientar las lámparas hacia el suelo. Esto acompañado de evitar el uso de reflector o luces blancas, usar detectores de movimiento y temporizadores y aprovechar la luz natural. En palabras de Vargas, “cada acción cuenta y una sola luz mal orientada puede afectar el cielo visible a kilómetros de distancia”.

Fuente: LA REPÚBLICA